“Las palabras que tropiezan
son las
palabras que triunfan”
Jacques
Lacan
Susy
Anderman
Escribir algo para
encontrar una llave que nos abra la puerta hacia un mundo mejor invita a la
utilización de pensamientos, que de pronto pueden resultar complicados, y
entonces, una lluvia de ideas y asociaciones pueden resultar conveniente para
el avance de un tema que ha mantenido entretenida a mucha gente, desde diversos
ángulos, y si en el ejercicio de la
escritura libre, diera como resultado la clave para salvar el mundo, sería al
fin la respuesta a esta inquietud por ametrallar con palabras en esta terca
vocación en la que los tropiezos pudieran generar triunfos.
En la plena realidad de
las cosas, sabemos que en la búsqueda de un mundo mejor, ponemos como ejemplo
la acción que se tuvo bajo el auspicio de la ONU, en la década de los años
noventa, cuando se celebraron conferencias mundiales que generaron acuerdos
sobre una serie de objetivos internacionales de desarrollo, con el año 2015
como fecha para ser alcanzados. En esta forma, el 8 de septiembre de 2000,
durante la denominada Cumbre del Milenio, 189 países miembros, aprobaron los
Retos del Milenio entre ellos, erradicar la pobreza extrema, acrecentar los
porcentajes de educación primaria, la igualdad de género, reducir la mortalidad
infantil, mejorar la salud materna, combatir el Sida, la malaria y otras
enfermedades, garantizar la sustentabilidad del medio ambiente y fomentar el
desarrollo a nivel mundial. De esta lista podríamos retomar algunos elementos
que nos llaman la atención, y que probablemente se encuentren más al alcance de
nuestra humilde posición. Esto se debe a que por mucha conciencia acerca de lo
que podemos hacer en nuestras prioridades cotidianas, poco podemos influir de
manera consistente en los logros, a menos que generemos programas o medios que
influyan en exigir que la sociedad o los gobiernos establezcan procedimientos
para alcanzar las metas fijadas, porque vemos que ya pasaron diez años y no se
ha alcanzado casi ninguna de éstas. Con lo cual, poco a poco, seremos testigos
de penosas situaciones para la humanidad. En este caso, necesitamos una postura
más pesimista, que nos permita agilizar las soluciones y considerar la variable
del tiempo para mejorar la gráfica a nuestro favor.
Como decía José
Ingenieros en El Hombre mediocre, “La evolución humana es un esfuerzo continuo
del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello
necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias
adaptaciones: los caminos de su perfección. Sus etapas que se reflejan en la
mente humana como ideales”.[1]
Sin embargo, estos
ideales nos han llevado en forma inverosímil a explotarnos a nosotros mismos
por la propia tecnología, a pesar de saber que nos vemos atrapados por su uso,
aún continuando en este camino sabiendo el daño que hacemos a nuestro planeta.
El proceso de inventar más haciéndonos esclavos de nuestros propios productos.
Sartre en La nausea, de 1938, escribía: “En mis manos hay algo nuevo, cierta
manera de tomar la pipa o el tenedor. O es el tenedor el que ahora tiene cierta
manera de hacerse tomar: no sé. Hace un instante, cuando iba a entrar en mi
cuarto, me detuve en seco al sentir en la mano un objeto frío que retenía mi
atención con una especie de personalidad. Abrí la mano, miré: era simplemente
el picaporte”.[2] Y qué hay
detrás de tan sólo un picaporte cuando los materiales habituales para la fabricación de manijas son el latón, bronce, aluminio, hierro y otras aleaciones de metales menos comunes. Esto
no es una barbaridad ni exageración, concluye en cada una de las cosas que se
encuentran a nuestro alrededor, imponiéndonos sobre las capacidades de la
Tierra. Esta referencia sólo tiene que ver con unas de las metas del milenio.
La sustentabilidad del medio ambiente. ¿Pero y las otras? Con nada hemos
cumplido.
En este camino lingüístico, lo que se pretende es llegar al punto en el que
sea más comprensible la continuación de las siguientes ideas, como lo es la
pérdida de la esencia humana, cuando resulta más
fácil, a través de un teclado de la
computadora o el móvil, hacernos parecer inexistentes, incoloros, invisibles,
inhumanos. “Es lo más variable del instinto; no se halla enlazado a él
originariamente, sino subordinado a él a consecuencia de su adecuación al logro
de la satisfacción.”[3]
“La satisfacción ilimitada de todas las necesidades se nos impone como norma de
conducta más tentadora, pero significa preferir el placer a la prudencia, y a
poco de practicarla se hacen sentir sus consecuencias.”[4]
Podemos atrevernos a
dar un giro de ciento ochenta grados, pensando si entonces, sería más fácil, en
lugar de buscar soluciones para el amplio espectro del planeta, abocarnos mejor
a los microcosmos del mundo interior de cada hombre, con lo que quizás se
reflejaría multiplicado por millones de cerebros, una solución más dinámica a
nuestro entorno y al futuro de la humanidad con una primicia: “El hombre trasciende toda la vida de otro
porque es, por vez primera, consciente de la vida de sí mismo”. [5]
Esto, en apariencia podría también estar ligado a la cuestión de género, porque
no es sino la madre, la principal protagonista de lo que somos y seremos.
Comprendemos que muchos de los fenómenos sociales impactan al individuo desde
la base sustentada en la familia y patrocinada por la vehemencia de las madres
pero tampoco se ha cumplido con la igualdad de género. Entonces, cómo
lograremos mejores madres, mejores vidas, mejores individuos, mejor planeta. Si
de pobreza habláramos, no terminaríamos ya que solamente en nuestro país, más de
cincuenta millones de mexicanos viven sumidos en la pobreza, el 47,4% de la
población según recientes informes del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social. Con todavía población
analfabeta en relación a saber leer y escribir, imaginemos lo crudo cuando en
el mundo de la globalización, ya existen más analfabetismos que impedirán a
muchos contar con perfiles de competencia.
Silogismos que se
correlacionan con un futurismo que impide que las sociedades se dirijan hacia
una dinámica más evolutiva, en la que pudieran desaparecer muchos de los costos
que hoy en día provocan confusión y malestar. Vivimos para otros, pero no desde
una perspectiva de brindarnos a los otros en forma generosa, como debería de
ser, somos lo que la sociedad y el otro, nos impone como forma de vida y
generamos bienes para complacencia de los demás. No debemos de confundir los
supuestos de conciencia en estos aspectos, con una postura antagónica con
relación a ciertos modos de producción, si alguien pretende confundir estas
ideas, más bien, tiene que ver con lo que el individuo sufre en la ardua tarea
de cumplir las normas establecidas por los grupos sociales en los que se
encuentra interrelacionado e inmiscuido. Y todos sabemos, no son poca cosa.
Desafortunadamente, la
conciencia no llega a quien tiene que llegar, eso es sin duda la ley de las
probabilidades, porque ni siquiera esa persona estará leyendo con interés este
artículo y nos preguntamos cómo llegar a él, porque a veces sólo de lo que se
trata es de contar la riqueza material y no la personal, pero no queremos traer
a Marx, porque en algunos casos ya pasó de moda. Cualquier semejanza será un
castigo. Sin embargo, el caso omiso de la conciencia, será castigo para muchos,
sobre todo para las futuras generaciones que quizás están naciendo en este
segundo, inocentes de lo que en la fatuidad de sus padres, probablemente les
espera.
Carl Sagan especulando
sobre la evolución de la inteligencia humana comentaba que: “En la actualidad
se observa un renovado interés por doctrinas ambiguas, anecdóticas y a menudo
manifiestamente erróneas que, si fueran ciertas, descubrirían cuando menos la
existencia de un universo más sugestivo, pero que siéndolo, implican una
desidia intelectual, una endeblés mental y una dispersión de energías muy poco
prometedoras de cara a nuestra supervivencia”.[6]
[2] La nausea
Jean Paul
Sartre.
Editorial
Época. México 1969.
[3]
El malestar en la cultura.
Sigmund Freud.
Alianza Editorial. Página 137.
[4]
Ibidem. Pág. 21.
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