Son muchos días que llevo en confinamiento, no he visto a un solo ser humano en los cuarenta días de encierro. Si de por sí antes tenía cierta fobia a las bacterias, ahora esto parece la peor pesadilla. Jamás aproveché las delicias de un jacuzzi, cómo iba a compartir una tina caliente con otras personas. Eso era imposible. Algunos amigos conocen esos problemas de mi personalidad, y ahora cómo será cuando tengamos que salir paulatinamente y volver a relacionarnos con humanos con riesgo de que nos contagien. Porque ni se me hubiera ocurrido a mí, en mis fantasías existenciales, pensar que permanecería en casa tanto tiempo en un aislamiento al estilo de Passolini en su arresto domiciliario.
Muchos especialistas han determinado que un porcentaje bastante elevado de la población experimentará miedos ante el hecho de tener que salir de su zona de seguridad, eso es exactamente el síndrome de la cabaña. Me parece que este encierro empieza a ser algo adictivo, sorprendentemente me veo más concentrada, más asertiva en el trabajo. Me encanta no tener que cumplir con horas de entrada impuestas por alguien, subir al coche, cruzar la ciudad, gastar en gasolina, cuando gracias a la tecnología hoy podemos hacer la mayoría de los trabajos desde casa. Saben cuánto ahorro de energía, de evitar contaminar, solo por los anticuados valores impuestos de la organización social. Sumado a esto el tiempo de traslado, solo porque la presencia física supone una entrega total a la fuente de trabajo, cuando se puede invertir en productividad directa para la empresa, aunado al cuidado personal para ejercitarse, comer más sano y disfrutar los rincones del hogar, cuando hace años, no tuve tiempo ni para volverme a sentar en mi sillón favorito y conectar mi reunión de trabajo por Zoom, enfrente de una rica taza de café recién hecha y sin gasto extra en la cafetería de los puestos de comida rápida.
La sensación de seguridad que brinda estar en casa, me ha producido un bienestar especial. Claro que preocupa el mundo externo. Espero no sentir alucinaciones del encierro, de ser así las empezaré a escribir. Hay casos de síntomas de aislamiento. Este límite está apoyado por los resultados de varios estudios científicos, incluidos los que presentaron los neurólogos Richard Smeyne y Michael Zigmond. El hecho de que veamos alteraciones cerebrales en tan solo un mes de aislamiento sugiere que los cambios son rápidos", afirman ambos investigadores e insisten en que "sobre la base de los importantes efectos psicológicos que produce, consideramos que el aislamiento por períodos superiores a quince días debe ser eliminado".
También agregaría que es evidente que el contacto humano produce una bomba de neurotransmisores, que por el momento quedarán estancados en los recónditos lugares de la obligada represión que si antes se había superado por la amplitud de libertad de pensamiento, ahora nuevamente estaremos confinados a saludarnos como en el siglo XVIII o XIX sin tocarnos, abrazarnos ni besarnos, y todo eso era parte del erotismo diario que nos movía y que daba placer. Recuerden que Eros es Vida, instinto de vida que se incluye tanto a la antigua libido como a una parte del instinto de conservación del Yo, no necesariamente para la reproducción sexual, para que no me malinterpreten.
Mientras tanto, sigamos laborando en casa, los que tenemos esa suerte, los demás sería conveniente pensar en alternativas de cómo transformarnos. Mientras tanto estemos listos porque será muy difícil esta nueva forma de relacionarnos socialmente, sin duda alguna, sobre todo cuando también con el cubrebocas, no será posible ver la sonrisa de la gente.
Comentarios