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Qué peligroso

//Perengana
Tengo que confesar que ha surgido en mí una paranoia de lo que podemos encontrar en las redes sociales. Estoy asustada, tengo pesadillas, no quiero tocar mi teléfono móvil, me da pánico cuando llegan más y más noticias de cómo se encuentra el mundo, y cómo surgen personajes que parecen de tiempos pasados, alejados de lo cotidiano de la vida. Deseo levantarme, desayunar y saber que no existe tanta confusión sobre lo que el futuro nos depara, sumado a la situación interna de cada quien, la cual es difícil de soslayar en muchas ocasiones, y si alguien piensa lo contrario entonces no es un ser humano, seamos honestos. Además, ahora tenemos que captar y convertirnos en expertos de la política, la economía y los mercados financieros, para poder sobrevivir, y ver cómo podremos cuidar nuestra supervivencia en un futuro cercano.
Y cuando el optimismo se diluye con el realismo, nos empezamos a convertir en seres que desde la retórica de lo absurdo, sonamos mucho mejor, porque a la hora de crear y modelar la opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. Estamos todos muy expuestos a una constante falsificación de la verdad, que se resume con una idea de que algo aparente es aceptado por un mayor número de personas que a su vez reflejan una peligrosa distorsión de la realidad.
Locke hablaba ya de las concepciones modernas de la identidad y del yo, siendo el primero en definir el yo como una continuidad de la conciencia. Postuló que, al nacer, la mente era una pizarra o tabula rasa en blanco, sostuvo que nacemos sin ideas innatas, y que, en cambio, el conocimiento solamente se determina por la experiencia derivada de la percepción sensorial. Imaginemos hoy día, esta multitud de estímulos que Locke ni imaginaba en sus tiempos, quiere decir que un ser humano de hoy día, se encuentra ante una percepción sensorial extrema debido a la enorme cantidad de información que tenemos a nuestro alrededor, no solamente los que recibimos de medios o redes sociales, cultura y educación, más allá también está lo que vivimos en nuestras relaciones sociales, en nuestro entorno, medioambiente, etcétera, con un impacto enorme.
Entonces las descargas de adrenalina en nuestros cuerpos son tan grandes, que vivimos en un nuevo esquema de ansiedades. Tanto estímulo, tanta descarga, por si no lo saben, que se llama la substancia de la alarma, hace que se nos ponga la piel de gallina, y el cuerpo se encuentra listo para salir huyendo como cuando el hombre primitivo se encontraba con un mamut, ahora esa fiera salvaje lo son los avances de la tecnología que está a punto de rebasar a nuestros mismos sentidos.
En esta vorágine de situaciones, estamos heredando todo este estrés y alejamiento de la sencillez humana, mensajes muy aturdidores, incongruentes y de alta presión, a las generaciones que están por nacer, los conocidos Centennials (de cero a 18 años) quienes representan a 4 400 millones de almas en el mundo y que en 2020 sumarán la fuerza demográfica (59 por ciento) más trascendente del planeta, junto con el apogeo de los Millennials, dos generaciones que entienden el consumo, las finanzas, la tecnología, la educación, la demografía y la vida misma de una manera muy distinta. Una sociedad distópica que reside en la representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de la alienación moral, como lo explica el narrador José María Merino, académico de la Real Academia Española o mejor como los describe Jason Dorsey cofundador de The Center for Generational Kinetics, cuyo objetivo es resolver los difíciles desafíos generacionales de los iGen, Millennials, Generación Y, Generación X y Baby Boomers: “Los Millennials no quieren ser adictos al trabajo, ni vivir endeudados. Ni tampoco asumir que no existe un trabajo ni una familia ni unos conocimientos para toda la vida, y están obligados a reinventarse constantemente”.

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