Susy Anderman
La alegoría de los jardines son los niños. El verde se confunde con los
balones de fútbol, las bicicletas, los canes, los dulces de algodón, los
chicharrones con chile piquín y las jícamas. Mas los recuerdos tienen mucho de
ficción, o al menos mi imaginación de niña quiso llenarlos de la magia de esa
mente que todo lo ve enorme, más aun cuando está uno de la mano de papá y mamá,
quienes nos depositaban en ese lugar. Y entonces, llega la nostalgia, al
revivir la memoria que nos lleva en el tiempo.
El México de las salidas a las calles sin peligro, el de gozar después
de hacer la tarea, cruzar cualquier calle para ensayar la individuación en el
parque con los amigos, y hacer las
travesuras de la época. Así los niños y las niñas, nos convertíamos en el viaje
imaginario de un millón de maravillas, al alcanzar las copas de los árboles,
los dátiles amargos de las palmeras, la
cabeza de la estatua, los patos del lago, con variadas ocasiones de esa oscura
costra en las rodillas.
La luz de respirar el aire, llegar con pasto seco en las calcetas y el
hambre saciada con la cena, esperando el nuevo encuentro al otro día.
La prospectiva social de esos años, no alcanzaría a visualizar, esos
espacios hoy a veces vacíos, será que los niños se olvidaron del balón, quizás
estudian un poquito más, pero lo que todos sabemos es que el avance de la
tecnología, ha provocado sus propias consecuencias en la mitología infantil.
Las fábulas y los relatos de las expediciones se convirtieron en el ejercicio
de los dedos en teclados y diestras
manos en el palo de la alegría (joysticks).
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