por Susy Anderman
Existen
muchos tipos de personas, somos un grupo heterogéneo, con miles de pensamientos
que circulan en nuestras mentes, con emociones, sentimientos, formas de ser,
etcétera.
También tenemos gustos, predilecciones, deseos y, por supuesto, algunos factores que trastornan y hacen posesión de nuestra cordura, conducta, estado mental.
Entre fortalezas también nos acompañan nuestras propias debilidades, cuando necesitamos cobijarnos o acudir a objetos que nos reconfortan, cosas que nuestro inconsciente nos exige como una tela transparente que impone su fuerza y exige rompiendo cualquier posibilidad racional de comportamiento.
Existe mucha literatura acerca de lo drástico que pueden ser los apegos, que si son un estado emocional de vinculación compulsiva, vivir una paz frágil y precaria, que son los controles a los que los demás nos someten y a los que nosotros mismos nos esclavizamos. Como una droga que necesitamos para poder subsistir. Perdemos la propia libertad sobre el amor, mezcla de ansiedad, posesividad, tristeza y dolor.
Sin embargo, qué pasa si le damos un giro positivo a los apegos, una palabra prohibida por algunas formas de auto ayuda o corrientes psicológicas, qué tal si el apego nos conducen a la generación de energías, porque cuando tenemos la posibilidad de sentir esa necesidad por alguien, la vibración que fluye alivia, desarrolla la cualidad propia de los humanos para relacionarnos con quienes más efecto psicotrópico natural nos genera.
En este espacio, les doy el permiso de saborear sus apegos como algo digno, el viaje puede presentar caminos abruptos, entintados de melancolía y sufrimiento, pero qué es la vida sin eso.
También tenemos gustos, predilecciones, deseos y, por supuesto, algunos factores que trastornan y hacen posesión de nuestra cordura, conducta, estado mental.
Entre fortalezas también nos acompañan nuestras propias debilidades, cuando necesitamos cobijarnos o acudir a objetos que nos reconfortan, cosas que nuestro inconsciente nos exige como una tela transparente que impone su fuerza y exige rompiendo cualquier posibilidad racional de comportamiento.
Existe mucha literatura acerca de lo drástico que pueden ser los apegos, que si son un estado emocional de vinculación compulsiva, vivir una paz frágil y precaria, que son los controles a los que los demás nos someten y a los que nosotros mismos nos esclavizamos. Como una droga que necesitamos para poder subsistir. Perdemos la propia libertad sobre el amor, mezcla de ansiedad, posesividad, tristeza y dolor.
Sin embargo, qué pasa si le damos un giro positivo a los apegos, una palabra prohibida por algunas formas de auto ayuda o corrientes psicológicas, qué tal si el apego nos conducen a la generación de energías, porque cuando tenemos la posibilidad de sentir esa necesidad por alguien, la vibración que fluye alivia, desarrolla la cualidad propia de los humanos para relacionarnos con quienes más efecto psicotrópico natural nos genera.
En este espacio, les doy el permiso de saborear sus apegos como algo digno, el viaje puede presentar caminos abruptos, entintados de melancolía y sufrimiento, pero qué es la vida sin eso.
"Yo sufro la ausencia y el
espacio duro; la pena es un muro", decía Marguerite Yourcenar, ¡qué
insípido hubiera sido ser feliz!
"Vuelvo a pensar en ti, y te vuelvo a olvidar" también expresaba, y miren la capacidad de ideas que los apegos generan en los más grandes escritores.
Habrá quienes no estén de acuerdo...y entiendo el por qué."Vuelvo a pensar en ti, y te vuelvo a olvidar" también expresaba, y miren la capacidad de ideas que los apegos generan en los más grandes escritores.
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