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Jacobo Zabludovsky (Z"L)

Si todos los humanos pensáramos en forma cotidiana sobre la finitud, tendríamos un grave problema, porque estaríamos todo el tiempo pensando en las cosas que no queremos perder.
Nos dedicaríamos a atesorar absolutamente todo lo que amamos, lo que apasiona, lo que motiva y lo que inspira. Cuántas veces estaríamos retando al reloj, parar los minutos cuando estamos con alguien que nos enriquece. Les podría confesar así, que las oportunidades que tuve de dialogar con Jacobo Zabludovsky quisiera repetirlas, porque era un hombre que sabía traducir en palabras cualquier opinión, conocimiento, experiencia y anécdota, de una manera distinta. Por eso Jacobo se convirtió en una de las figuras más importantes como líder de opinión en nuestro país.
Jacobo Zabludovsky nació con el don de la palabra, él siempre decía que en su época no existían escuelas de periodismo, comenzó así como locutor y periodista en la radio, pero todos los que fuimos niños cuando ya existía la televisión en casa, crecimos con la voz de Zabludovsky, con las noticias, sus reportajes, su opinión y sobre todo la cualidad que tenía de entrevistar a los personajes más celebres en todos los temas que se le presentaban, con una firme seguridad en las preguntas y la profunda interpretación de lo que escuchaba para generar la siguiente.
Le dice Dalí a Jacobo, “… quiere decir en catalán, de una manera anticuada, la estructura molecular del ácido desoxirribonucleico”. Jacobo pregunta: “¿Y eso para qué sirve, maestro?” Dalí responde: “Para la inmortalidad, entre otras cosas”.
En una entrevista en el año 1968, que María Felix le hace al destacado periodista Jacobo Zabludovsky acompañada de Pedro Ferris, le pregunta: “Dígame Jacobo, ¿un periodista como usted, a qué hora se acuesta?” Responde Jacobo: “Es una pregunta un poco de alcoba, ¿no importa?” María le dice: “¿Por qué de alcoba?, solo le pregunto, ¿a qué hora se acuesta?” Jacobo le responde: “Hay noches que no me acuesto”. María le dice: “¿Cómo? De manera que cuando usted está en su programa tempranito, cuando agarra a toda la gente dormida, ¿no se ha acostado?” Jacobo le comenta: “A veces no, María. ¿Usted lo ha visto?” María: “Yo, a veces veo su programa, no siempre, pero a veces lo veo. Es que a esa hora me baño”. Jacobo: “Pues meta la televisión a la ducha”. María Felix: “A mí me daría vergüenza”.
Con Cantinflas, Jacobo Zabludovsky le pregunta: “¿Cuál fue la primera carpa o el primer lugar donde usted actuó ya profesionalmente, porque había artistas en su familia o fue un impulso personal?” Cantinflas: “Nunca hubo un artista en mi familia, fue un impulso personal y un poquito de necesidad, yo necesitaba ganar dinero, me gustaba eso y quise ensayar, cuando empecé a hacerlo, me gustó y sentí que eso es lo que quería hacer”.
El 19 de septiembre de 1985, se escuchaba la narración de Jacobo Zabludovsky: “Estoy recorriendo Reforma, vengo hacia el Centro. Pasé por el Tláloc, el Museo de Antropología. Entonces llegué a Reforma. El Ángel está arriba, no creo que haya pasado nada grave, además veo el Seguro Social cuya enorme fachada es ahora de vidrio, no falta ningún vidrio. Un señor está corriendo, haciendo jogging. Me voy a seguir. Algunas veces la labor informativa se ve sujeta a la necesidad de no hacer alarmismo ni amarillismo; hoy, cualquier cosa que se diga, dentro de los límites de la realidad, se ajusta a la esfera de una tragedia sin precedentes. Este es el peor desastre que ha sufrido la ciudad en lo que va de este siglo. El número de muertos lo ignoramos...”
Estos recuerdos de su labor, nos hablan de un México que él supo reflejar, la época de un periodista judío que nació el 24 de mayo de 1928. Sus padres llegaron a México y en esa casa se hablaba solo Yidish. Como recientemente comentó Jacobo, durante un homenaje celebrado en el Templo Justo Sierra, en el cual compartió muchas anécdotas de su vida, expresó que había una convivencia en la vecindad muy buena por encima de las creencias religiosas, del problema económico, por encima de las aspiraciones de cada quién, del origen geográfico.

Dijo: “Mis amigos libaneses que conservo hasta la fecha, que de vez en cuando me hacen un homenaje con la comunidad libanesa. Mis amigos católicos que me enseñaron a rezar antes de romper las piñatas y todavía me sé la plegaria que cantábamos sin ninguna intención o ningún temor de contaminarnos o de ser convencidos. Convivíamos como una comunidad ejemplar, ojalá así fuera el mundo. Eso es en términos generales, lo demás han sido años de lucha, a veces me preguntan si he sentido discriminación, debo confesar que a lo largo de toda mi vida no he sentido ninguna discriminación integrada u organizada con esos propósitos. De vez en cuando algún grito que trata de ser ofensivo, pero lo mismo le dicen gachupín a un español o le dicen árabe a un libanés, no lo toman como un insulto como no lo tomo yo. Es obvio que el antisemitismo existe y se manifiesta de vez en cuando inesperada y violentamente”.
Jacobo Zabludovsky es un ícono, un retrato de los judíos mexicanos que supieron amalgamar de una manera quizás folklórica el ser una y otra cosa, amar al México que se siente íntimamente ligado a nuestras vidas, a nuestra peculiar idiosincrasia que no olvida sus raíces en ningún momento. Es siempre saber que se es judío y eso nos acompaña siempre, decía.
Este es un homenaje con mucha tristeza al verlo partir, mas quedan miles de testimonios de su labor y su compromiso en todo lo que él manifestaba, la impronta de su labor y su personalidad.
Publicado en CDInforma.

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