Por
Kayla Grunberger
El Manifiesto SCUM (Escoria), publicado en 1967 por Valerie Solanas, se enmarca dentro del feminismo radical de la década de los sesenta. En el manifiesto, Solanas, una paciente psiquiátrica que pasó por varios hospitales, expresa su odio a los hombres y propone su exterminio. Tras un intento de asesinato al director de cine Andy Warhol en 1968, con quien sostuvo una relación amorosa, su defensa se centraba en decir que el manifiesto era solamente un recurso literario para provocar debate. El debate
surgido de la firme convicción de Valerie Solanas, acerca de que los hombres son
una escoria en la sociedad y lo único que saben hacer es abusar, explotar y
agredir a las mujeres, ideas que tuvieron una gran influencia en muchos grupos
feministas de su época, por el análisis social descarnado que describe en su
obra, que en ciertos pasajes aparece con pensamientos sumamente lúcidos y
reales en muchos de los ejemplos que sitúa.
Sin
querer parecer a la autora, y lejos de la intención de presentar ideas que
pudieran ser una continuación de Solanas, es necesario reflejar lo que por
muchos años y actualmente en nuestros días, en nuestra sociedad y cada vez más,
el tema de la misoginia, el machismo y por supuesto a consecuencia de una
cultura de dominio masculino, se presenta el fenómeno de las mujeres como
víctimas de un maltrato no solo físico sino emocional.
En
el aspecto emocional se dificulta más el entendimiento de ese el lenguaje
subliminal de medias tintas o en ocasiones muy claro pero que de cualquier
forma, posee signos difíciles de comprensión porque justamente se mezclan en
esa comunicación de pareja, como una gran malteada de elementos entre el amor,
el odio, la seducción, celos, posesión, dependencia emocional y económica.
Es
cuando el hombre con sus halagos, con su poder como proveedor y supuesto
protector de la familia, no puede sucumbir en la mente de la víctima, en la
parte más débil de la mujer abnegada por los hijos y por el status que le
brinda estar en pareja, y que sobre sale obstruyendo cualquier intención de
inconformidad personal, o ante el intento de una reacción defensiva como
sobrevivencia que puede poner en peligro la estabilidad de todo el núcleo
familiar incluyendo a suegros y padres.
En
este cuadro es cuando la víctima se va debilitando física y emocionalmente,
guarda silencio y permanece en un mundo
de soledad y depresión, sin ninguna esperanza en la vida.
Si
esto todo tiene que ver con la masculinidad amenazada, más aun cuando la mujer
ha logrado destacar en áreas profesionales, el objeto que se pone en riesgo de
pérdida, agudiza los síntomas que provocan la agresión, y si además la mujer
toma las riendas como proveedora de la economía familiar los resultados serán
desastrozos en la pareja y en la armonía familiar.
El
ciclo de la violencia se instala así entre discusiones, agresión,
reconciliación, amor, segundas, terceras, cuartas, quintas y cincuenta lunas de
miel, que se disfrutan pero en las que siempre está la sombra de una realidad
que prende un nuevo ciclo.
Retomando
a la autora del libro Mujeres que corren con lobos, Clarissa Pinkola Estés nos
dice: “Creo que todas las mujeres y todos los hombres han nacido con ciertos
dones.
Sin
embargo, poco esfuerzo se ha dedicado en realidad a describir las vidas y los
hábitos psicológicos de las mujeres inteligentes, talentosas y creativas. En
cambio, se ha escrito mucho acerca de las debilidades y las flaquezas de los
seres humanos en general y de las mujeres en particular. Pero, en el caso de la Mujer Salvaje como
arquetipo, a fin de comprenderla, captarla y aprovechar lo que ella nos ofrece,
debemos interesarnos más por los pensamientos, los sentimientos y los esfuerzos
que fortalecen a las mujeres y debemos tener en cuenta los factores interiores
y culturales que las debilitan”.
Esta
idea puede resultar muy liviana cuando se vive en un entorno de constante
agresión, porque para que surja esa Mujer Salvaje, se necesitan múltiples mecanismos
de acción a veces inalcanzables.
Publicado en CDInforma para Asociación Menorah.
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