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Sobre la película: Hannah Arendt

Las obligaciones civiles con una nación

Susy Anderman

Hannah Arendt analiza el juicio en Jerusalem al criminal nazi Adolf Eichman en su libro La vida del Espíritu, mostrando un aspecto distinto del mal: su banalidad. La autora rompe en su análisis con los estereotipos de los personajes malignos. No habla de sujetos movidos por la envidia, el resentimiento o la codicia, ni de quienes guardan un poderoso odio ante la pura bondad. Dice que durante el juicio tenía ante sus ojos un hecho totalmente distinto e innegable.

En las salas de arte de la ciudad de México, sorprende en cartelera el título de esta película que retrata a este personaje de jerga intelectual, y presenta una aproximación durante uno de los momentos más importantes de su carrera, cuando en 1961 cubrió para The New Yorker el juicio contra el criminal de guerra nazi, quien había huido de Austria hacia Argentina, en donde vivió bajo el nombre de Ricardo Klement. En mayo de 1960, agentes del servicio de seguridad de Israel lo atraparon y lo llevaron a Jerusalem, para enjuiciarlo en una corte israelí. El film utiliza como recurso las grabaciones originales del juicio, así como las relaciones de Hannah Arendt, con los intelectuales de la época, de las cuales, destaca su enamoramiento con  su profesor de filosofía Martin Heidegger, de quien obtiene su influencia académica y que en plena expansión fascista, él alaba la capacidad conquistadora del espíritu alemán siendo miembro del partido nazi.

Al publicar el libro, Arendt fue ampliamente criticada y rechazada por su controversial planteamiento, al decir que el Holocausto fue monstruoso, pero, al menos Eichman, el responsable que estaba siendo juzgado en aquel momento, era totalmente corriente, ni demoniaco ni monstruoso y en opinión de Arendt, no presentaba ningún signo de convicciones ideológicas sólidas, ni de motivos específicamente malignos. La única característica destacable que podía detectarse de su conducta, tanto en el pasado, como durante el juicio e interrogatorios previos, no era estupidez, sino incapacidad para pensar.

¿La diferencia? “La incapacidad para pensar no es estupidez; puede encontrarse en gente muy inteligente, y la maldad difícilmente es su causa; quizás sea a la inversa, que la maldad tenga su causa en la ausencia de pensamiento”, reflexiona la autora.La visión de Arendt conmociona. El mal es una consecuencia de abandonar al ser humano más allá de intereses inmediatos, de abandonar su responsabilidad por los otros. Detrás de estas afirmaciones, sobre vuela lo inhumano de las capas acomodadas e intelectuales de Alemania en el fenómeno nazi. Todos se desentendieron de sus consecuencias, siguiendo órdenes como autómatas quienes tenían cargos públicos y los civiles conformaron al hombre masa europeo, de lo cual Arendt plantea la pérdida de la capacidad de pensar y el hecho evidente de que ni la dignidad ni los otros tienen valor. Cuando no existe el otro, uno tampoco existe. Cuando la gente no profundiza, la idea del nacionalismo y el amor por la patria y por sus principios ideológicos se vuelve peligrosa.

En una entrevista, Gunther Gaus le pregunta a Arendt,  ¿Señora, en este otoño ha aparecido en la República Federal su libro sobre el proceso de Eichman en Jerusalem, desde su publicación en América, la obra ha sido el centro de una fuerte polémica. Especialmente desde la parte judía se ha levantado objeciones contra su libro, que en una campaña política dirigida. Ha producido rechazo, sobretodo, la cuestión que usted plantea de en qué medida, debe atribuirse a los judíos, una aceptación pasiva del asesinato alemán en masa, o de en qué medida, en todo caso, la colaboración de ciertos Consejos Judíos constituyen casi una suerte de coculpabilidad judía. Como quiera que ello sea, para un retrato de Hannah Arendt, sí hay una serie de cuestiones - me parece - que dimanan del libro sobre Eichman. Si me permite empezar con una de ellas: ¿le duele el reproche de que su libro carece de todo amor hacia el pueblo judío?

Responde Arendt: Antes que nada, permítame que con toda  amabilidad le diga que usted mismo ha sido, naturalmente, una víctima más de esa campaña. En ningún lugar de mi libro he hecho al pueblo judío el reproche de no haber resistido. Alguien sí que lo hizo en el proceso contra Eichman, y fue el señor Haussner de la Fiscalía israelí. Las cuestiones que en esta dirección él planteó a los testigos del proceso en Jerusalem, yo las he calificado de estúpidas y de crueles.

Entrevistador: - Lo sé, he leído el libro. Pero algunas de las críticas que le han dirigido, se basan en el tono que están escritos ciertos pasajes.

Arendt: - Bueno, esto es ya otra cuestión. Y contra ella no puedo decir nada. Es que además no quiero decir nada. Si uno piensa que sobre estos temas sólo se puede escribir en un tono patético… Mire, hay quien se toma a mal –y hasta cierto punto lo entiendo- que yo todavía pueda reírme pero es que yo realmente opino que Eichman era un payaso, y le diré que me leí la transcripción del interrogatorio policial, 3,600 páginas, y lo leí con todo cuidado. Y no sé cuántas veces me reí, y en alto. La gente se toma a mal esta reacción. Y contra ello no puedo hacer nada. Sólo sé que tres minutos antes de una muerte segura con toda probabilidad me estaría riendo. Y eso, dicen, es el tono. El tono es ampliamente irónico, sin duda; completamente cierto. Pero el tono en este caso es realmente la persona. En cambio, cuando me reprochan que yo he acusado al pueblo judío, sólo una maliciosa mentira propagandística, y nada más. Pero lo del tono es una objeción contra mi persona. Y contra eso nada puedo hacer.


Hannah Arendt sin duda es una de las grandes pensadoras, participó apoyando grupos de jóvenes, víctimas de la guerra para que se asentaran en los Kibutzim de Israel, dejó una de las obras más importantes del siglo pasado, Los orígenes del totalitarismo, entre otras. Dijo acerca de lo que ocurrió en Alemania: “Esto nunca debió permitirse que ocurriese. Y con ello no me refiero solo al número de víctimas, me refiero a la fabricación de cadáveres y a todo lo demás –no necesito entrar en detalle-. No debió permitirse que ocurriese”, recalcó.

Es justo señalar, que al profundizar en su pensamiento, queda claro que los objetivos de Hannah Arendt  no se enfocaban a una justificación para el asunto alemán ni mucho menos para Eichman, ella no hizo un reportaje o reporte, su enfoque fue analítico dentro de la teoría política, su especialidad, influenciado en lo que probablemente su maestro Heidegger le enseñó acerca del ‘hombre inauténtico’, sin duda en otro sentido y traducido desde su visión y experiencia personal para identificar al ser humano manipulado por las masas, sin conciencia de finitud, el peligro de que sumados todos unidos bajo el techo de un totalitarismo, el peligro acecha, el enemigo del pasado puede confundir el futuro de la humanidad.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Felicidades Susy por este articulo!

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